La anciana mendigante

Hubo una vez una anciana mendigante.

¿Pero has visto tú realmente a una anciana mendigante hacerte una petición antes de ahora?


Esta mujer pedía de la misma forma, y cuando recibía algo, decía:

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El hueso cantante

En cierto país lejano había una vez gran lamentación por un jabalí que arrasaba los campos de los agricultores, mataba el ganado y destrozaba los cuerpos de las personas con sus colmillos. El Rey prometió una gran recompensa a cualquiera que quisiera liberar su tierra de esta plaga, pero la bestia era tan grande y fuerte que nadie se atrevía a acercarse al bosque en el cual él  vivía. Por fin, el rey dio aviso de que todo aquel que capturara o matara al jabalí tendría a su única hija por esposa.

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Monte Simelí

Había una vez dos hermanos, uno rico y otro pobre. El rico, sin embargo, nunca ayudaba al pobre, el cual se ganaba escasamente la vida comerciando maíz, y a veces le iba tan mal que no tenía para el pan de su esposa e hijos. Una vez, cuando el pobre iba con su carreta por el bosque, miró  hacia un lado, y vio una grande y pelada montaña, que nunca antes había visto. Él paró y la observó con gran asombro.

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El soldadito de plomo

Érase una vez veinticinco soldaditos de plomo. Todos iguales, con su uniforme impecable, la vista al frente y su fusil al hombro. Todos menos uno, al que le faltaba una pierna porque fue el último en fundir y ya no quedaba plomo suficiente. Pero precisamente porque era distinto, era el que más llamaba la atención de todos.


Un día los soldaditos fueron regalados a un niño y llegaron a una casa llena de juguetes. De todos ellos, el castillo de papel fue el que más le gustó al soldadito de plomo. ¡Era tan bonito y grande! y además en su puerta tenía una elegante bailarina.

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Las mulas y los ladrones

Dos mulas bien cargadas con paquetes andaban con dificultad por el camino. Una cargaba sacos con dinero, y la otra llevaba granos. 
La mula que llevaba el dinero andaba con la cabeza erguida, como si supiera del valor de su carga, y movía de arriba abajo las campanas sonoras sujetadas a su cuello. Su compañera seguía con el paso tranquilo y silencioso.

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