Martes Santo
Jesús vuelve a Jerusalén. Pasan por el lugar de la higuera maldecida. Al ver el templo, profetiza que será destruído. Los discípulos están tristes porque Jesús les anuncia que dentro de dos días le matarán. Los cristianos, como Él, hemos aprendido a cumplir siempre la voluntad de Dios Padre, por encima de todo. Por ejemplo, Juana de Arco, cuando estaba al frente de sus soldados franceses, en una gran batalla contra Inglaterra, Dios le anuncia que ese día será herida. Entonces una amiga suya le dice que no vaya a pelear. Y Juana le contesta en tono irónico: "sal tú y di a mis generales que Juana de Arco no luchará porque tiene miedo a ser herida". Y salió valerosamente al frente de sus soldados, y fue gravemente herida.
No tengamos miedo de aceptar la voluntad de Dios. ¡Señor, sí, Tú siempre quieres lo mejor para mí! Quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero mientras quieras.
Cuando Judas traicionó al Señor, cuando salió del Cenáculo, "era de noche". Esa noche en la que se mueve el discípulo que entrega a Cristo, es la noche en la que está su corazón. Esa es peor, es la "noche del corrupto, una noche definitiva, cuando corazón se cierra de un modo que no sabe, no quiere salir de sí".
En cambio, la "noche del pecador" es diferente, es una noche "provisional" que todos "conocemos": son "tiempos cuando la noche llega y todo es oscuro en el corazón".
Así se puede vivir la experiencia de San Pablo que decía que "su gloria era Cristo crucificado por sus pecados. ¿Por qué? Porque él, con sus pecados, ha encontrado a Cristo crucificado que los perdonaba".
La realidad del perdón, "el gustar la dulzura del perdón", indicó luego el Papa, es un llamado a todos "en medio de la ‘noche’, de las tantas noches y de los tantos pecados que cometemos, porque somos pecadores, y siempre está esa caricia del Señor que nos hace decir "esta es mi gloria: ¡soy un pobre pecador, pero Tú Señor eres mi Salvador!"abrir el corazón y gustar la dulzura del perdón