Un padre tenía dos hijos, el mayor de los cuales era inteligente y sensible, y podía hacerlo todo, pero el joven era estúpido y no podía aprender ni entender nada, y cuando la gente lo veía, decían,
-"¡Hay cierta persona que dará a su padre algunos problemas!"-
Cuando algo se tenía que hacer, siempre era el mayor quien se veía obligado a hacerlo, pero si su padre le mandaba a buscar cualquier cosa cuando ya era tarde, o en la noche, y el camino conducía a través de la iglesia, o cualquier otro lugar de meditación, él contestaba:
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Hubo una vez una anciana mendigante.
¿Pero has visto tú realmente a una anciana mendigante hacerte una petición antes de ahora?
Esta mujer pedía de la misma forma, y cuando recibía algo, decía:
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Había una vez una joven muy perezosa que no le gustaba hilar, y aunque su madre le insistía, no había manera de que se pusiera a hilar.
Un día su madre se impacientó y se molestó tanto, que la regañó con dureza, y ella se puso a llorar sonoramente. En ese momento pasaba por ahí la reina, y cuando oyó los lamentos paró su carruaje, fue a la casa y preguntó a la madre que por qué estaba castigando a su hija que lloraba tan fuerte que desde lejos se oían sus gritos.
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